Conectando en la Era Digital: El dilema de las pantallas en la preadolescencia
En la actualidad digital, la inquietud constante sobre el impacto del uso excesivo de pantallas en el desarrollo de nuestras hijas e hijos genera un dilema parental. La encrucijada entre permitirles integrarse en la cultura digital dominante y resistirnos a lo que se considera «normal» puede generar tensiones en la crianza. Este dilema plantea preguntas cruciales sobre cómo las nuevas tecnologías afectan el desarrollo de habilidades y el futuro de nuestros hijos e hijas, especialmente cuando introducimos el móvil en sus vidas durante una etapa tan crucial como la preadolescencia.
¿Estamos cediendo a una tendencia que podría perjudicar la salud mental y emocional de nuestros preadolescentes?
A pesar del consenso entre los expertos que nos advierten que la exposición temprana a las pantallas y el acceso constante a redes sociales y videojuegos puede ser dañino, la presión social a menudo nos lleva a permitir más tiempo frente a las pantallas del deseado y a proporcionar dispositivos móviles a una edad temprana (en España, según las estadísticas, la mayoría de los menores posee un smartphone personal a partir de los 13 años).
Aunque resistamos la idea de que nuestros hijos tengan acceso prematuro a las pantallas, negarles la posesión de un móvil cuando culturalmente es considerado «normal» puede intensificar conflictos familiares preexistentes. La monitorización del uso de las pantallas puede convertirse en un elemento más para el aumento de la agresividad, puede generar un mayor distanciamiento entre los miembros de la familia, aumentar los problemas de comunicación y llevarnos a un agotamiento emocional que pone en peligro el delicado equilibrio de la convivencia familiar.
Buscando el equilibrio entre control y conservar un vínculo saludable.
En este escenario, es esencial encontrar un equilibrio entre mantener los lazos familiares y supervisar el uso de las pantallas, siendo esta una tarea sumamente complicada. Establecer hábitos saludables antes de introducir el móvil, como la interacción social sin pantallas, la lectura, la comunicación familiar, el ejercicio físico y las actividades creativas, puede ser fundamental.
Cuando ya existen conflictos familiares que se intensifican en la preadolescencia y se ven exacerbados por el control del uso de las pantallas, es importante mantener espacios de comunicación fuera de las áreas conflictivas. Evitar interrupciones de pantallas durante las comidas, aprovechar las oportunidades de comunicación no conflictiva, participar en actividades que disfruten nuestros hijos, son estrategias para asegurar que el vínculo familiar persista a pesar de las dificultades.
Cuando los conflictos van en aumento y sentimos que perdemos el control.
La respuesta a si nuestros hijos deben tener acceso a las pantallas no tiene una solución única. No sucumbir a la presión social y educar a nuestros hijos sobre un uso equilibrado de las pantallas es crucial, pero también es fundamental priorizar el vínculo familiar en momentos difíciles y delicados en la vida de nuestras hijas e hijos. Recuerda que no estamos en contra de lo que son, no es una batalla en contra de nuestra/o preadolescente, es un diálogo que debe sostenerse dentro de un vínculo irrompible.