La polémica del sexo: las mujeres en los juegos olímpicos 2024
El pensamiento occidental predominante se ha basado fuertemente en la biología y específicamente en el sexo para su organización social e identitaria. Su roca, su base primordial, es la biología. Considera que hay dos sexos al nacer basándose en la observación de los genitales, ahora en la genética, en las hormonas y en los cromosomas. Esta visión es problemática, pues muchos cuerpos nos enseñan que tal división no es tan simple, basta con ver la polémica que ha causado mucha controversia en las redes sociales estos juegos olímpicos 2024. Acusaciones a las mujeres boxeadoras de Taiwán y de Argelia porque sus hormonas no son las correctas para considerarse mujer o porque tenían el cromosoma inadecuado. ¿Qué pasa cuando la roca sólida de la biología falla para constatar el sexo de las personas? Primero, que tan sólida no es, que para caber dentro de la categoría mujer u hombre hay que hacer varias maniobras forzadas, pues solamente hay dos posibles concepciones: o eres hombre o eres mujer. Parece que es tan importante entrar dentro de estas dos categorías porque al estar fuera de ellas no hay referentes de lo que eres –apuntando al ser–, y de lo que puedes o no puedes hacer dentro de esta sociedad – apuntando a tu lugar en el mundo y sus jerarquías.
El debate sobre cuáles son los niveles de testosterona adecuados para ser considerada mujer, cómo interfiere el cromosoma XY en el desempeño físico, qué otras células u hormonas intervienen en las personas para que estos dos aspectos (testosterona o cromosomas XY) influyan en su rendimiento físico y, en conclusión, ¿Dónde ponemos la barrera de lo que se considera ser hombre o mujer? No hay forma de salir de este dilema sin encontrarse con otras problemáticas que la ciencia no puede solucionar con firmeza, pues esa roca (no) sólida de la biología lleva a contradicciones. En otra época era el tamaño del cerebro, el tamaño del clítoris o la forma del cráneo, ahora son las hormonas, la genética o el cromosoma. ¿Por qué es tan importante saber si se es hombre o mujer?
Como siempre, este tipo de polémicas afecta fuertemente al sexo mujer. Primero, el cuerpo de la mujer bajo la lupa. Con la sospecha constante de si son o no mujeres, afectando a muchas mujeres que han competido en diferentes deportes, su cuerpo ha sido centro de bulos, críticas y burlas por no cumplir con el canon del cuerpo “femenino”. Las mujeres viven siempre bajo sospecha y bajo el escrutinio de cómo deben verse o cómo deben actuar para ser consideradas “mujeres de verdad”. Segundo, invasión de su cuerpo. Son ellas las que deben someterse a pruebas físicas de comprobación de su sexo, invasivas y, según hemos constatado, públicas. Todo esto porque se considera que la testosterona es una súper hormona que da superpoderes a quien las porta, cuando para las mujeres que tienen un nivel de testosterona elevado seguramente no ha supuesto ninguna ventaja. Tercero, el factor socio-cultural. Dentro del deporte ellas tienen muchas más dificultades para llegar a su máximo rendimiento, pues culturalmente el deporte ha sido del ámbito masculino: la competitividad, la fuerza, el rendimiento, la inversión del dinero, la falta de expertos en el deporte femenino, la falta de apoyo social para dedicarse profesionalmente al deporte y la transgresión que deben realizar de forma constante al lugar que se les otorga como mujeres dentro de su sociedad es desgastador, y muchas abandonan antes de lograr sus objetivos.
Otras miradas
¿Qué pasa en otras culturas donde el sexo no es el principio organizador de su sociedad? Fuera del mundo occidental predominante surgen otras propuestas. Os presento dos que me parecen muy interesantes.
La sociedad Yorúbá
La tesis “La invención de las mujeres” de Oyéronké Oyéwúmi nos presenta varios argumentos que contraponen la centralidad del sexo como principio organizativo de occidente con la centralidad de la senioridad en la sociedad Yorúbá. La autora, una politóloga y socióloga nigeriana, argumenta que no es el género lo que se construye socialmente, sino la referencia al sexo como algo primordial que se coloca en el centro del orden social, esta especie de roca sólida en la que busca apoyarse la cultura occidental, es ya una construcción social:
“Pero la biología está en constante transformación y no permanece invariable. Básicamente, el señalamiento más importante no es que el género se construya socialmente, sino que en gran medida la biología en sí misma se construye socialmente y, por lo tanto, es inseparable de lo social.
La manera en que las categorías conceptuales de sexo y género funcionan en el discurso feminista está basada en la presuposición de que las ideas biológicas y las sociales pueden separarse y aplicarse universalmente. Así, el sexo se presenta como la categoría natural y el género como la construcción social de lo natural. Pero, en última instancia, resulta obvio que incluso el sexo tiene elementos de construcción.” (p.49-50)
“La lógica cultural de las categorías sociales occidentales está basada en una ideología del determinismo biológico: la convicción de que la biología proporciona la razón fundamental de la organización del mundo social. Así, cómo fue señalado anteriormente, esta lógica cultural en realidad es una «bio-lógica».” (p.51)
La lógica biologicista crea una jerarquía basada en la supremacía de lo masculino, del macho, que en la naturaleza -igualando cierta naturaleza “animal” de los mamíferos a la del ser humano- se crea una lectura justificativa de dicho marco jerarquizador y que lee el mundo y las demás realidades sociales bajo esa lupa:
“El género ha sido indiscutiblemente un principio organizativo fundamental en las sociedades occidentales. En su conceptualización reside intrínsecamente una dicotomía en la cual macho y hembra, hombre y mujer se clasifican constantemente en forma binaria, lo mismo en sus relaciones con y en contra de la otra parte. Se ha documentado perfectamente que en la práctica social occidental las categorías de macho y hembra no están libres de asociaciones jerárquicas y oposiciones binarias en las cuales macho implica privilegio y hembra subordinación. Se trata de una dualidad inherente a la definición del género basada en una apreciación del dimorfismo sexual humano. Como otras tantas sociedades a lo largo y ancho del mundo, la sociedad Yorúbá ha sido analizada mediante conceptos de género occidentales, asumiendo que se trata de una categoría atemporal y universal. Pero, como advierte Serge Tcherkézoff, «un análisis que comienza con el maridaje macho/hembra no hace más que promover las dicotomías». Por eso no sorprende que cuando lo buscan, investigadoras e investigadores siempre encuentran el género.
En este contexto demostraré que previamente a la colonización de Occidente, el género no era un principio organizativo de la sociedad Yorúbá… En todo caso, el principio básico de la organización social fue la senioridad, definida por la edad relativa. Las categorías sociales «mujer» y «hombre» son construcciones sociales derivadas del supuesto occidental según el cual «los cuerpos físicos son cuerpos sociales».” (p.83-84).
Sobre el debate que abrió el tema de la sexualidad en los juegos olímpicos hay algunos párrafos que Oyéronké escribe y que nos ayudan a reflexionar sobre el tema:
“Cuando se ha dicho que los genes determinan la conducta y que por sobre todas las cosas la ciencia es la fuente irrefutable de sabiduría, es difícil imaginarse un mundo postcromósico y posthormonal en el que la aceptación de roles reproductivos característicos de mujeres y hombres no conduzca a la creación dé jerarquías sociales. El desafío que representan las concepciones Yorúbá consiste en un mundo social basado no en el cuerpo sino en relaciones sociales.” (p. 90).
Es un texto muy interesante que nos hace pensar y resituar las estructuras sociales que dependen de la centralidad de la construcción del sexo biológico y da a conocer otras formas de construcción social que no se basa en la bio-lógica, como lo expresa Oyéronké. Nos hace imaginar otros escenarios posible, ¿Cómo sería una sociedad que basa su orden social en la senioridad, donde los roles son intercambiables, donde el género no existe como tal, no define tu lugar en una jerarquía ni te da un ser (individual, biológico, dentro de cada uno)?
La importancia del mito de la creación: la cultura maya
Uno de los pocos libros que se han podido conservar de los mayas es el Popol-Vuh, en él se narran los mitos sobre la creación de lo humano. Aura Cumes, antropóloga maya, hace una lectura del mito originario:
“Si nos vamos al mito adánico, es muy evidente. Un dios hombre creó a Adán y de su costilla salió Eva. Ese patriarcado está sustentado en la Biblia. Pero dentro de nuestros relatos de fundación, ¿cómo es que surgen las mujeres y los hombres? Según el Popol vuj, se autoconvocan cerca de once parejas que representan todo lo que da vida: el corazón del cielo y de la tierra, los ríos y los lagos, los animales pequeños y grandes, las “deidades” mujeres y las “deidades” hombres, entre otros. Todo lo que ya tiene vida se autoconvoca para hacer a winak, la gente, no al hombre. Además, las y los Creadores y Formadores no es uno, ni es hombre, es todo lo que nos rodea, lo que nos da vida es plural; la mención de las energías siempre está en par.”
El mito del origen de la vida ha tenido siempre mucha importancia, pues es en los mitos donde podemos encontrar la explicación de los enigmas que confrontan a esa sociedad. No hay mayor enigma para la humanidad que su origen, ¿Cómo comenzó la vida? En el mito de la Biblia nos da a un Dios hombre todo poderoso que es el único creador de todo, crea al hombre como su semejante, le da el alma y le hace dueño y señor de todo lo demás (naturaleza y animales). A la mujer la crea a partir del hombre y nunca en condición de igualdad. La creación del hombre y la mujer en el Popol Vuh es totalmente otra, es plural, se convoca a todo lo que tiene vida y crean a la “gente”. Las energías creadoras o deidades son pares, no es exactamente lo masculino y lo femenino, puede ser el par rio y lago que se observan complementarios, no hay uno sin el otro. Es un par necesario, complementario, no un binario jerarquizador. Pero hacen referencia también a las abuelas y los abuelos, madre y padre, hace referencia a la importancia de la ascendencia. Aura sigue así:
“Es muy evidente la idea del par en los rituales actuales, siempre se agradece diciendo Matiox che k’a tit k’a mam [gracias a nuestras abuelas-abuelos], Matiox che k’a te k’a tat [Gracias a nuestras madres-pa- dres], y la energía de las mujeres antecede a la de los hombres. Es un sentido de la vida completamente diferente a occidente. En la creación de la vida nunca encontramos al hombre en el centro ni en solitario. La generación de la vida es en par, y no siempre en par mujer y hombre, es el otro par cercano: está el par lago y río, por ejemplo. La creación refleja lo “poli”: somos un mundo fundado en lo plural.”
El pensar en lo plural como principio organizador, así como pensar en la complementariedad por fuera de lo masculino y lo femenino, un complementario no excluyente sino necesario, creo que es muy ajeno a la cultura occidental y difícil de comprender, pero que nos permite pensar en horizontes muy diferentes al nuestro. En la entrevista a Aura dice:
“El Popol vuj dice que Ixpiyacoc e Ixmucané crearon a los primeros cuatro hombres y a las primeras cuatro mujeres, con masa de maíz molido en la piedra. Estos nombres tienen el prefijo ix, que es exclusivo para las mujeres. Hasta ahora he visto que todos los traductores del Popol vuj piensan que Ixpiyacoc es hombre e Ixmucané es mujer, porque en su descripción se les nombra como dos veces abuela, dos veces abuelo, pero no; Ixpiyacoc e Ixmucané son autoridades muy respetadas, que tenían la calidad de madre-padre y abuela- abuelo, pero ambas son energía de mujer.”
“El principio de la existencia no es el individuo, sino el par a través de lo cual se pueden crear acuerdos y construir una vida basada en lo poli y lo pluri. El género no fue una organización básica de los Pueblos Originarios, eso viene después” (con la colonización).
El debate sobre el sexo como principio organizador de la cultura
Cuando conocemos otras formas de vida -tan diferentes a la predominante- sus mitos originarios, sus principios organizadores, sus jerarquías o su organización social, nos hace imaginar otras formas posibles de estructurar nuestra propia realidad y nos hace preguntarnos sobre los cimientos de nuestra propia estructura mítica, social, individual, jerárquica. Es decir, nos ayuda a cuestionar los cimientos de lo que consideramos absolutamente verdadero, inamovible y sólido. A veces el malestar que tenemos como personas que vivimos en este mundo y que tratamos en nuestra psicoterapia, están basados en estos puntos de inflexión, donde hay verdades inamovibles y sólidas que no nos permiten movernos de un punto de sufrimiento.