Cuando algo nos sorprende, nos duele o nos cambia, solemos buscar una explicación.
“¿Por qué me ocurrió esto?”, “¿qué sentido tiene?”. Esa necesidad de dar forma a la experiencia —de convertir lo vivido en algo comprensible— está en el corazón de lo que Jerome Bruner llamó los actos de significado.
En su libro Acts of Meaning (1990), Bruner lanza una crítica a la psicología dominante de su época, aquella que veía la mente como una máquina que procesa información. Para él, esa visión había dejado fuera lo más esencial: el significado.
Bruner propone recuperar una psicología más humana, una que reconozca que nuestras acciones no se entienden solo por causas biológicas o estímulos externos, sino porque están guiadas por nuestros estados intencionales: nuestras creencias, deseos, metas y valores.
Y todo eso solo puede comprenderse dentro de un marco compartido: la cultura.
Así, nace la idea de una psicología cultural —o como él la llama, “psicología folclórica”— que entiende la mente como algo profundamente entrelazado con el mundo simbólico en el que vivimos.
No hay mente sin cultura, ni significado sin comunidad.

Las historias que nos hacen humanos
Para Bruner, el instrumento cultural por excelencia es la narrativa. A través de las historias, damos forma a nuestra experiencia y creamos sentido en medio del caos.
Cuando algo se sale de lo esperado —una ruptura, una enfermedad, un cambio radical— necesitamos contarlo para poder integrarlo en nuestra historia vital. La narrativa nos permite unir lo excepcional con lo cotidiano, lo que rompe el equilibrio con lo que conocemos.
De hecho, Bruner explica que una buena historia suele tener un “problema” o trouble, algo que desajusta el mundo tal como lo entendíamos, y que nos obliga a buscar un nuevo significado. Así, contar es una forma de ordenar la vida.
El yo como narrador: cómo nos construimos a través del relato
Uno de los aportes más bonitos de Bruner es su visión del Yo como una construcción narrativa.
No existe un “yo” fijo dentro de nosotros; somos el resultado de las historias que contamos y las que otros cuentan sobre nosotros. Cada recuerdo, cada proyecto o relación se integra en una trama que da coherencia a quién creemos ser.
Por eso, Bruner dice que el yo está “distribuido” entre las personas y los contextos. Nos descubrimos a través del diálogo, de la mirada del otro, de las conversaciones en las que tratamos de explicar quiénes somos y qué nos ha pasado.
En terapia, esta idea cobra una fuerza especial: el trabajo psicológico puede verse como un acto de re-narración, un proceso donde el paciente explora nuevas formas de contarse y, por tanto, de vivir.
Bruner también nos recuerda que el significado no está “dentro” de las palabras, sino en la forma en que las usamos.
Aprendemos el lenguaje —y con él, el sentido— participando en contextos vivos, en interacciones con otros, en el tejido de la cultura. Por eso, el desarrollo humano no puede entenderse como la acumulación de conocimientos, sino como una entrada progresiva al mundo de los significados compartidos.

Una psicología interpretativa
En última instancia, Acts of Meaning es una defensa apasionada de una psicología que escuche, que interprete, que entienda que cada persona habita un universo simbólico propio.
Bruner nos recuerda que comprender a alguien no es analizarlo, sino interpretar el significado de sus actos dentro del contexto que les da sentido.
Porque al final, vivir —como él mismo sugiere— no es solo existir: es narrarnos.