Salud mental y condiciones de vida en la sociedad actual (parte I)
¿Qué relación puede haber entre la ansiedad, la tristeza, los sentimientos de fracaso y de culpa con las condiciones de vida en las que vivimos?
Si queremos abordar adecuadamente el malestar y los problemas de salud mental actuales es necesario comprender que responden a ciertas características de la época en que nos toca vivir. Sin una orientación adecuada, ciertas ideas y prácticas terapéuticas, podrían estar alimentando el sufrimiento en vez de aliviarlo.
Los problemas de salud mental suelen abordarse desde diferentes dimensiones que se presentan interrelacionadas pero distinguibles:
- procesos neurobiológicos internos (desequilibrios neuroquímicos, por ejemplo)
- procesos psicológicos individuales (creencias inadecuadas, rigidez en patrones de respuesta, déficits en la gestión emocional, etc.)
- situaciones ambientales (hechos traumáticos, vivencias deficitarias, carencias vinculares, condiciones económicas, etc.)
Sin embargo, no suele tenerse en cuenta, salvo como una introducción al tema, las condiciones sociohistóricas más generales en las cuales se presentan dichos problemas de salud mental y que parecen incidir en su forma de presentarse y en intensidad.
Prestigiosos autores, desde diferentes disciplinas, nos ofrecen herramientas no sólo para poder entender mejor cómo el mundo actual en el que vivimos puede ser fuente de malestar y sufrimiento emocional sino también para estar advertidos de que muchas de las respuestas que se ofrecen para aliviarlo pueden alimentar las cusas de dicho malestar.
Muy brevemente podemos mencionar algunos rasgos que caracterizarían, según estos autores, la época actual.
- Nihilismo: Vivimos una crisis de valores (lo que es deseable y valioso y que orienta nuestra acción). Tenemos la percepción que podemos y debemos elegir, pero a la vez los valores han perdido la fuerza y la seguridad que brindaban cuando se asumían como absolutos.
- Crisis de los grandes relatos: “vivimos una crisis de la narración, que se manifiesta como desorientación y carencia de sentido. (….) Antes las narraciones nos asignaban un lugar y daban sentido a la vida y le brindaban sostén y orientación.[1] Las grandes creencias y tradiciones están muertas porque ya no tiene el poder de configurar y sostener la vida y las comunidades.
- Individualismo: El centro y eje pasa a ser el individuo, sobre él recae la responsabilidad de elegir qué vida, qué valores, qué creencias sostendrán su acción.
- Mandatos de autorrealización y felicidad: Percibimos que cada uno es responsable de su propia felicidad y no alcanzarla implicaría un fracaso individual.
- Exigencias de rendimiento: Vivimos en una cultura de la auto optimización, del rendimiento y la autoeficacia. Tenemos que dar siempre la mejor versión de “uno mismo” en todos los ámbitos.
Estas tendencias de época sobre las que construimos nuestras vidas influyen sin que podamos percibirlo la forma de ver, sentir, desear y de relacionarnos con los demás.
Nuestro lugar en el mundo (social, laboral, familiar, comunitario) ya no es estable ni nos aporta sensación de identidad, entre infinidad de posibilidades debemos buscar nuestro lugar, tomar continuamente decisiones, elegir qué estilo de vida adoptar, dónde vivir, cómo criar a nuestros hijos, qué dieta escoger, qué riesgos asumir. Ante la angustia de la falta de referencias, nos vemos abocados a un trabajo agotador para construir un lugar que percibamos como seguro, moviéndonos entre la ansiedad, el cansancio y el hastío.
El sentimiento de fracaso, de no estar nunca a la altura de las expectativas es promovido por mandatos culturales de éxito, felicidad y realización personal. Situar la responsabilidad en el “individuo autónomo” no hace más que profundizar los sentimientos de culpa, la baja autoestima y los autorreproches.
Una realidad (laboral, social, de configuración de los espacios comunitarios) en perpetuo cambio, sumado a las ideas de optimización, de reciclaje personal permanente y de máxima eficiencia nos impulsan a un movimiento de cambio, adaptación y tensión continua frente al cual no se nos está permitido relajarnos.
Desde la perspectiva de una opción psicoterapéutica es fundamental estar advertidos de las tendencias de época que generan malestar emocional y proponer una respuesta que se oriente en el sentido contrario de esas tendencias, es decir, situar la problemática particular en el contexto en el que tiene lugar, cómo el sujeto percibe y asume los mandatos sociales y culturales que puedan estar en juego, qué dinámica de atribución de culpa y responsabilidad presenta, cómo responde a lo que percibe cómo amenazante, etc.
Seguiremos en otros artículos desarrollando la presente propuesta.
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REFERENCIAS
- Augé, Marc (1999). Los no-lugares. Barcelona: Gedisa.
- Baudrillard, Jean. 2009 [1970]. La sociedad de consumo: sus mitos y estructuras. Madrid: Siglo XXI.
- Bauman, Zygmun (2003) Modernidad Líquida. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
- Byung-Chul Han (2023) La Crisis de la Narración. Herder
- Eidelsztein, Alfredo. (2015). Otro Lacan. Estudio crítico sobre los fundamentos del psicoanálisis lacaniano. Buenos Aires: Letra Viva
- Weber, Max (1979 [1944]) Economía y sociedad. México: Fondo de Cultura Económica.
[1] Byung-Chul Han (2023) La Crisis de la Narración. Herder
Editorial Pirámide, año 2021.