Más allá de Occidente: Los retos de la atención psicológica a personas extranjeras
La atención psicológica a personas extranjeras puede ser un reto muy grande, sobre todo si proceden de lugares alejados de la cultura occidental. Para los profesionales de la psicología que atienden a esta población, se debe tener en cuenta los conocimientos y técnicas aprendidos en la universidad y las escuelas psicoterapéuticas, ya que luego son las herramientas que tiene para escuchar, analizar, intervenir y, finalmente, paliar el sufrimiento.
En general, se considera que la escucha es algo “natural” o que la mejor posición profesional es la neutral. Sin embargo, nuestra escucha se encuentra sesgada por nuestra formación. Escuchamos según nuestra teoría, no es una escucha vacía ni neutral. Además, nuestra formación estará impregnada del contexto de nuestra época, siendo prominentes ciertos enfoques sobre otros y es dependiente de un factor político, ya que en las universidades tiene más peso una corriente teórica que otra debido a las fuerzas de poder dentro de la Universidad. Pero, sobre todo, estará determinada por la cultura donde ha nacido y prosperado la psicoterapia, esto es, la cultura occidental. Iré exponiendo esta idea con diversos ejemplos que me ha dado mi experiencia profesional.
Los retos de la atención psicológica a personas pertenecientes a pueblos originarios
Soy originaria de Guatemala, un país lleno de estratificaciones de gran calado que nos separan los unos de los otros. Los pueblos mayas han sido sometidos a todo tipo de dominación a través del racismo, la sustracción de sus bienes, la destrucción de sus saberes y la exterminación de sus poblados. En una de mis prácticas universitarias, pude asistir a una ceremonia en un pueblo remoto del noroccidente de Guatemala, en el Departamento del Quiché, una de las zonas más afectadas por el genocidio perpetrado por el Estado Guatemalteco al mando de uno de los dictadores más sangrientos de los años 80. En ese pueblo se preparaban para abrir una fosa común. Se reunieron en una gran sala muchos de los descendientes mayas de ese pueblo, contaron historias de sus familiares desaparecidos, sobre todo, la última vez que los vieron con vida. Tejieron juntos unos lazos físicos en representación de los lazos que los unían con sus seres queridos y con la comunidad. Respetaron el silencio de los que no quisieron hablar, recordaron juntos lo sucedido ese día donde aplicaron la estrategia de la tierra arrasada en su pueblo. El psicólogo comunitario tenía el apoyo de un líder de la comunidad que hacía la traducción. En ese entonces había un fuerte debate en Guatemala sobre cómo realizar el trabajo de las ONGs en el terreno, si eran un apoyo real a las comunidades o era la instalación de otra forma de colonialismo.
Durante esas prácticas, recuerdo con gran nitidez una madrugada, mientras acompañaba a un grupo de mujeres al ayuntamiento para que pudieran registrarse como personas nacidas y poder así ejercer sus derechos de ciudadanía. Estábamos yendo en la parte trasera de un coche Pick-up, un todo terreno para poder llegar hasta el poblado lejano donde residían. Entre ellas empezaron a reírse y señalarme, una de ellas finalmente me preguntó, con lo que interpreté como vergüenza y picardía, en un español básico, “¿Tú, hombre o mujer?”. Con mis vaqueros y mi gorra no podían saberlo. Ellas y yo somos mujeres guatemaltecas, pero extranjeras entre nosotras. ¿Cómo podría, en mi formación como psicóloga, obtener algún saber para poder cruzar la frontera? Nada de lo que me habían enseñado en la universidad hacía posible este trayecto.
Los retos de la atención psicológica a personas extranjeras en las instituciones públicas
De este lado del mundo, en España, he trabajado durante muchos años en recursos públicos donde la atención a las personas extranjeras, fuera de las coordenadas de la cultura occidental, era también un reto constante, no solo para la atención psicológica, sino para las instituciones. Recuerdo una mesa del menor y la familia en los Servicios Sociales, una trabajadora social hablaba de su preocupación por la actitud, para ella extraña, de una madre Salvadoreña. Durante la mesa de trabajo da a conocer que la madre había traído a su bebé envuelto en una manta ajustada que no le dejaba al bebé mover las piernas y los brazos, ¿era un indicio o no de negligencia? En ese momento pude intervenir, ya que mis sobrinas nacieron en El Salvador y se les envolvía igual. Esta forma de “envolverles” las apaciguaba y las hacía dormir mejor, pues según decían las enfermeras, les hacía sentir a los bebés como si estuviesen dentro del vientre de la madre y el dejarles las extremidades libres les angustiaba, pues eran incapaces de reconocer los movimientos como propios. Habían convertido un elemento de la tradición de los pueblos originarios en una práctica común en los hospitales. ¿No se debería de valorar de forma positiva a esta madre que envuelve a su bebé para hacerle sentir seguro? Es así como una acción protectora se puede convertir en un indicio de negligencia por falta de coordenadas culturales.
La atención psicológica a personas extranjeras suponía un mayor reto en el trabajo con refugiados y solicitantes de asilo. En el grupo de trabajo de psicólogas de todas las organizaciones que atendíamos a personas refugiadas surgía siempre la misma pregunta, ¿Cómo atender a las personas provenientes del continente africano? ¿Cómo hacer para que asistan a las citas, por ejemplo, los hombres de Siria? En general, ¿Cómo acercar la psicología a culturas donde no existimos como profesión? Al fin y al cabo, la psicología nace en un cierto momento de la historia y nace en un lugar muy preciso: el mundo occidental (Europa y Estados Unidos). Recuerdo un caso concreto de un chico procedente de un pequeño pueblo de Afganistán. Él padecía de fuertes dolores, se le había derivado al hospital y los médicos no encontraban nada. Le enviaron a Salud Mental, la psiquiatra no veía un cuadro clínico concreto, como el Trastorno de Estrés Postraumático y dejó su expediente abierto pero sin tratamiento. Se le da la opción de asistir a sesiones de psicología. En las sesiones conmigo no podía dejar de sentir un dolor agudo junto con el dolor de no tener a su familia cerca, pero sobre todo no poder lidiar con la culpa de haber ido en contra de los consejos de su padre y haber llevado el sufrimiento a su familia. La medicina y la psiquiatría no podían tratarle, ¿sería posible tratarlo desde la psicoterapia?
Algunas coordenadas para la atención psicológica de personas extranjeras fuera de las fronteras de occidente.
Algunas coordenadas que me han ayudado a tener la escucha más abierta e intentar cruzar fronteras para acercarme a la atención de otros sufrimientos culturalmente distintos:
- Cuestionar los conocimientos del saber occidental, saber que tiene su alcance, pero también tiene sus límites, pues como todo saber, es parcial.
- Estar abierto a estudiar y conocer otras formas de afrontar la vida, a profundizar en lecturas de otras culturas y cuestionar nuestro “ego” eurocéntrico.
- Tener curiosidad por otros saberes, por ejemplo, todo lo desarrollado por el saber decolonial latinoamericano.
- Descentrar nuestro saber, es decir, no creer que nuestro saber es mejor o superior a otros saberes. El que haya sido el predominante por la conquista de la historia y de los territorios, no quiere decir que sea el verdadero. Como toda verdad, es solo parcial.
- Todo esto no quiere decir que cualquier cosa es válida, sino que hay que incluir dentro de nuestro complejo trabajo, una lógica del caso que ordene los elementos en juego, sin dar por supuesto nada. Preguntar mucho, no pensar que nuestro orden simbólico nos va a servir de apoyo, pues no manejamos las mismas lógicas ni expresiones. A veces no tener el saber de lo que le pasa al otro es lo que más nos orienta en nuestra labor.